domingo, 2 de enero de 2011

Istambul

Son las ocho de la mañana en Istambul, al otro lado de la cortina de gotas de la ducha, Mangee tarearea una canción que habla de alguien que apostó todo contra dos cartas.
El calor amarillo inunda la habitación del hotel ahuyentando las peores ausencias, las que la noche dejó bajo una almohada que revela marcas de abrazos.
Un petrolero de bandera canadiense está a punto de llegar a aguas de Asia, se llama Effie, seguramente el armador se enamoró de Effie Perrine al ver The Maltesee Falcon, quizás es un nombre que insinua algo tan precioso que no se puede escribir con todas las letras.
Mangee lleva un vestido azul estampado con claveles blancos, un bolso de rafia, sandalias de cuero y gafas con montura color caramelo que, al esconder sus ojos, protegen el corazón de los traunseuntes que se cruzan con ella en el puente Galata.
El Gran bazar se despierta entre posos de café y cigarrillos cargados de deseos distantes.
En el Café Coimbra un hombre, sentado en la terraza, al verla pasar abandona la lectura del diario El País y garrapatea nerviosamente unas líneas en una tarjeta color crema. Sus pupilas retienen imágenes congeladas de sus últimas noches en el paraiso.
Mangee tiene una cita con un desconocido en la cafetería del Hotel Aya Sofia. Ignora el nombre y de la voz de la persona que le dará instrucciones.
Se sienta en la mesa número nueve, tal y cómo la indicaron.
Ordena un zumo de melocotón con uvas y mira su reloj de pulsera verde, Es la hora de la cita y nadie traspasa la puerta giratoria.
Una canción de la brasileña Flora Purim hace que 4 minutos pasen y resten otros 4 a la espera.
Nadie y nada, sólo el tiempo que se desliza hacia la derecha en el reloj con números romanos que está encima de la entrada.

Un camarero se acerca a Mangee. Su mano, enguantada en algodón blanco, sostiene una bandeja en la que reposa un sobre de manila.

C'est por vous mademoiselle

Mangee se lo agradece quitándose las gafas de sol y regalándole una mirada azul del pacífico.


Rasga el sobre y saca una tarjeta crema. Una mano nerviosa ha escrito 3 líneas. Las palabras suman 17 sílabas.

Nadie buscó a nadie.

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