viernes, 30 de octubre de 2015

¿Por qué no viniste antes?

Y me lo preguntaste atemperando tu acento bonaerense. En realidad te importaba un carajo la razón de mi inanición. Calculabas, con los dedos, debajo de la mesa los euros perdidos. Tú y yo sabíamos que las cuerdas se rompen, siempre cerca del nudo, por la parte más débil.
Cuando el "¿Por qué?" pesa más que el "¿Qué puedo hacer?" hay que preparar el petate y embarcarse. Y hoy hago balance de todo el dolor que rezuma en las pocas paredes que ocupan estos pocos metros cuadrados.
Y no te culpo, sólo te informo. Me ha jodido mucho ese juego de la doble apuesta. Cuando todo apuntaba a confirmar mis errores te lo apuntabas en tu haber. Cuando era una nimiedad sobrecargabas lo que me aterraba y anotabas la resolución, siempre simple, en tu brillante intervención.
Soy responsable de mis palabras y de mis silencios, pero no soy responsable del precio que pago por el dolor al que me has condenado por miedo.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Manuscrito hallado en Tirso de Molina



¡Mira que eres canalla! Todo me dice que has olvidado las tardes de Cartagena. Han pasado ya casi veinte años desde el otoño de 1977. Los jueves te esperaba sentada bajo el único álamo del paseo. Me imaginaba quitándote la ropa en la pensión, recreaba el ritual, tan familiar y deseado, de restregar mi mejilla contra tu guerrera para aspirar su olor, mezcla de tabaco negro y sal marina, de sentir tu respiración nerviosa e irregular.
         Nunca llegué a decirte que adoraba cada uno de los pliegues de tu uniforme, que me conmovían tus dedos de niño torpe cuando me desabrochabas el cierre del sujetador, y me conmovía aún más cuando recordaba la belleza de tus pies aquel día en la playa de Mazarrón, mientras te quitabas las pesadas botas de la armada.
Ya entonces presentía que ibas a poner patas arriba mi microcosmos y, sin darme cuenta, tu fantasma se instaló para siempre en mi casa. El primer síntoma fue la necesidad, casi visceral, de escribir. Mis cajones se llenaron de notas garrapateadas, cualquier trozo de papel era bueno, servilletas, márgenes de periódico, envoltorios de chicle, paquetes de cigarrillos...
Tal y como hago ahora. Aunque esta vez, por fin, me he decidido a utilizar el bloc de notas que me regalaste, pero ya no hay encanto que valga, sus hojas color crema, con ese papel tan suave (siempre tuviste buen gusto para las cosas pequeñas), esperan en vano frases apasionadas.
Pensé que, al verte tan cerca de mí, te despreciaría tal y como lo hice la primera vez que apareciste en la televisión. Parecía que dabas un toque intelectual a las mamarrachadas del moderador del programa, pero en quince minutos ya tuve bastante. No comprendí, o mejor dicho me chocó, tu filosofía de lo banal, ese torrente de palabras que maquillaba la frivolidad que allí se cocinaba. Y el medio te atrapó hasta los hígados. No había pasarela o salón al que faltaras. Absorbiste la ideología, que no las ideas, de la clase dominante. ¡Maldito camaleón apóstata! Seguro que, incluso, renunciaste al Jazz en favor de la New Age ¿quién lo iba a decir?
Por eso ahora me río entre dientes. Ricardito, que sigue tan gilipollas el muy infeliz, dejó caer el día de su cumpleaños que frecuentabas el Café Central. Tuve que venir a distintas horas, durante un par de semanas, para cazarte en el momento justo. Y aquí me tienes, como todos los viernes a las siete de la tarde. Durante ochenta minutos te observo y, parapetada en la escritura, te lanzo miradas de reojo.
Parece que la vida te trata con generosidad. Tu última película  - El juego del ganso - rompe las taquillas y no me sorprende su éxito. Realmente se lo merece. Y es que, compañero, por fin has encontrado tu oficio.

La quinta visita

Hay ciudades que nunca se deben visitar más de cuatro veces. Es aconsejable aplazar nuestra próxima llegada, es más, diría que en determinadas ocasiones no se debe volver.
Gregorio Díaz Cañabate nos da la clave. En su obra "Desatinos Fundamentados" apunta, con certeza, el papel de los sueños para tachar ciertos nombres en nuestro cuaderno de viaje.

En el capítulo tercero lo explica con un sueño recurrente.

" ...nos sirvieron la cena en un cesto de mimbre con tapadera cónica del mismo material. Parecía un tajine ornamental que no hubiera conocido fogón; seguramente cocinaban en una olla más prosáica y servían en este recipiente. Enfrente de mí se sentaban dos personas que, en las nieblas del sueño, parecían ser mujeres muy distintas pero que daban la impresión de compartir un fin, un objetivo. La más baja sacó de la manga de su blusa una tarjeta blanca. La sostuvo entre los dedos índice y corazón, como un niño tímido que pide permiso para ir al lavabo, y la lanzó sobre la mesa. Tenía unos trazos que, dado mi miopía y la débil iluminación del local, parecían ser letras.
Miré a la segunda mujer, la más alta y de pelo más corto, y le pedí que me leyera o descifrara lo escrito en la tarjeta.

Complaciente, pero con una mueca sarcástica, dijo:  "¡ Aquí !" ... "

lunes, 15 de diciembre de 2014

Cumpleaños

Cumplió treinta años el martes pasado.

 Para celebrarlo le regalaron un hermoso dolor de cabeza. No hubo mala intención, simplemente pensaron que era lo que esperaba y deseaba. El regalo, probablemente adquirido en un Cash Converter, carecía de instrucciones de uso pero venía con una hermosa garantía de un año prorrogable a dos más por sólo cinco euros.

Siguen sin entender por qué se enfadó.

lunes, 5 de agosto de 2013

Virutas

Hay temporadas en las que pasamos de puntillas por nuestro archipiélago personal mientras dejamos barcos a la deriva tripulados por fantasmas borrachos. Las sirenas de Ulises se travisten en arpías que se zambullen desde ciudades del interior para arañarte los talones. Ellas hacen que se te reseque la garganta durante el sueño y temas a la apnea más que a ninguna otra cosa; te despiertas sudoroso y con temblor en las manos.
Y todas y cada una de mis mañanas añoro las virutas de tu lápiz en mi escritorio.

lunes, 24 de junio de 2013

A Whiter Shade of Pale

She said, 'There is no reason'
and the truth is plain to see.

 But I wandered through my playing cards
and would not let her be
one of sixteen vestal virgins
who were leaving for the coast
and although my eyes were open
they might have just as well've been closed

And so it was that later
as the miller told his tale
that her face, at first just ghostly,
turned a whiter shade of pale


Tenía mechones desiguales en la frente y nombre de ciudad perdida . 

martes, 13 de noviembre de 2012

Doce Euros

Me trasladaron la matrícula de mí instituto al tuyo, y no voy a explicar por qué. Entonces no lo hice, y ahora no explicaría nada. Cuando entré a la clase del Curso de Orientación Universitaria, aquel marzo, supe que mi lugar estaba junto a ti. Eras la gorda de la clase y yo el recién llegado. En el descanso me llevaste a la cafetería del instituto, compartimos un bocadillo de dos salchichas (cinco pesetas) y me pusiste al corriente de todo. Sentados en el patio me dijiste: "La felicidad es muy barata, la desgracia lo es aún más" Yo, flaco y acomplejado adolescente, puse cara de comprender. Estabas a cien años luz de mis pobres presupuestos mentales, y hoy, precisamente hoy, empiezo a masticar, a digerir esa frase. Tu proyecto de radio libre me cautivó, me enorgullecía de compartir pupitre con alguien que se comería el mundo, y no barruntaba que el muy cabrón del mundo nos comería a los dos. Y te perdí la pista después de aquel curso, Silvia de mis cobardías ... Y te reencontré un día cerca del supermercado, me costó reconocerte. Tres mechones como estalacitas te laceraban la frente, me pediste un euro, te di doce. Doce euros que se convirtieron en cinco cucarachas negras en tu antebrazo. Y así, cada mes nos encontrabamos dos veces, sin planearlo, tú sabías a donde ibas, a mí me daba miedo pensar de donde venía. Y desde el sábado pasado, cuando no pude darte nada, estoy aterrado. Porque no sé que temo más si verte o no verte