Cumplió treinta años el martes pasado.
Para celebrarlo le regalaron un hermoso dolor de cabeza. No hubo mala intención, simplemente pensaron que era lo que esperaba y deseaba. El regalo, probablemente adquirido en un Cash Converter, carecía de instrucciones de uso pero venía con una hermosa garantía de un año prorrogable a dos más por sólo cinco euros.
Siguen sin entender por qué se enfadó.
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