domingo, 2 de enero de 2011

Oasis

Mangee a veces da saltos en el tiempo y en el espacio. Se agarra a las estelas los cometas y se deja caer cuando siente una quemadura en el costado izquierdo.

El último salto la llevó al oasis de Tozeur. Cómo Mangee es sociable y guapa fue aceptada en un 4 x 4 de viajeros españoles que recorría el Sahara tunecino hasta la frontera con Argelia .
El coche lo conducía Nora (chófer marroquí), junto a él parloteaba sin cesar Sonia (maestra catalana y revenida cómo una patata asada anteayer). Mangee se sentó a la izquierda de la segunda bancada. En cada vaivén su flanco chocaba contra Roberto (realizador de videos y gilipollas aficionado a cantar en un grupo de pop-rock). Detrás, en la última banqueta y apoyando la cabeza en las mochilas, dormitaban Luis (novio de Sonia con cara de proxeneta jubilado) y alguien que se hacía llamar Julio (según los cuchicheos de los demás había perdido el pasaporte o, lo que era más creíble, se lo habían quemado en la frontera por feo). Julio se cubría la cabeza con un turbante palestino muy usado, parecía que se había desteñido bajo los soles de mil desiertos o mil escaramuzas callejeras.
Mangee maldecía para sí; sentía a intervalos irregulares soplos de aire caliente en la nuca. Indudablemente alguna grieta en el techo dejaba entrar gotas de calor que resbalaban por su cabeza.
En una parada para fumar, el chófer sugirió ampliar el trayecto previsto para ese día. Contaba con llegar al oasis más bello del recorrido a medianoche, a la hora bruja.
Todos aceptaron, Mangee no se manifestó, al fin y al cabo era un naufrago rescatado, sin voz ni voto.

Anocheció pronto, el cielo estalló en una miriada de estrellas y la luna guiñaba el ojo a los chacales. Mangee estaba incómoda, sospechaba que estaba bajo los efectos de un golpe calor. Seguía sintiendo un leve soplo cálido en la nuca.
El soplo fue adquiriendo más y más fuerza y esta vez no remitía. Cambió de postura, giró la cabeza y vió los ojos de Julio, con las pupilas cómo huesos de aceituna, que no se apartaban de ella.
Era casi doloroso mantener esa mirada. Mangee volvió a mirar hacia el frente y el chorro de calor se apagó. Sabía que Julio había cerrado los ojos.

Nora, Sonia Y Roberto necesitaron la ayuda del cónsul español para salir de la comisaría. Nadie creía que dos indocumentados habían desaparecido, en medio de la noche, entre Tozeur y Ksar-Gilane.

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