domingo, 2 de enero de 2011

Lápiz bicolor

Aún conservo un lápiz bicolor, azul-rojo.
Es de la marca Caran d'âche y mide exactamente 4 centímetros, de punta a punta.
A los cuatro años inicié los estudios en un colegio de madres franciscanas. En sólo tres meses aprendí a leer, escribir me llevó algo más de tiempo, aún lo hago malamente.
Siempre tuve problemas con la caligrafía. Recuerdo que algo dentro de mí rechazaba la bella caligrafía inglesa de mi monja - Sor Pilar.
Ya entonces apuntaban mis actuales contradicciones, era el primer, y el mejor, lector no sólo de mi clase sino también del curso más adelantado al mío. Mis padres no sabían cómo manejarme, 10 en lectura, 4 en escritura, 0 en cálculo ...
Un buen día, a pesar de que me ayudaba retorciéndo la lengua, no conseguía copiar la oración que Sor Pilar había escrito en la pizarra. Siete veces arrancó la hoja del cuaderno con mis pobres garrapatos.
La última leyó tal furia en mis ojos que me dijo:

¿Estás enfadado, quieres pegarme?

Yo que, entonces no había aprendido que una mentira a tiempo puede salvarte de una bofetada, respondí:

SI

Pues ... pégame

Fui educado para obedecer a mis mayores y la pegué.

Me llovió la mayor paliza que he recibido en mi vida, más tarde me dijeron que mi acto era el sacrilegio más feo posible.
La tortura no terminó allí. Fui encerrado en un cuarto, que le llamaban "El cuarto de las ratas". Allí había un viejo sillón frailuno y una foto del papa Pío XII cagada por las moscas. Me arrodillé y, entre lágrimas, recé para que Dios o Tarzán vinieran a liberarme.
Según me contaron después estuve allí dos horas.

Al día siguiente me negué a ir al colegio. Mi madre me dijo:

Mira te voy a dar algo que evitará que esto vuelva a ocurrir. Es un lápiz bicolor que yo usaba cuando tenía tu edad e iba al colegio. Guárdalo y cuando te veas asustado apriétalo fuerte y piensa en mí.
Así lo hice durante casi seis años. Nunca funcionó ... pero nunca se separó de mí y aún lo conservo

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