Mañana pequinesa

China me sale al paso, me estalla dentro de la boca sin saturarme. Parece un abordaje incruento que nunca remite.
Son las primeras horas de mi primer día en China. El día previo a la salida Helga Meyer, directora de la agencia de viajes, me dice con su espeso acento remolachero de sopa alemana:

- Juan, esto no es un regalo envenenado. Ya has dado bastantes tumbos por la Unión Soviética y te necesitamos en los circuitos chinos. Sé que no tienes ni pajolera idea, ni del idioma ni de la cultura, pero saldrás con bien. Tienes más recursos de los que imaginas. Ya verás cómo te lo pasas bien.


El jet lag me ha tenido 7 horas insomne, y aún me río del suceso en el aeropuerto. Me piden que llene la declaración de divisas, el aduanero se sorprende cuando ve que declaro llevar conmigo sólo 200 dólares estadounidenses y 6.000 humildes pesetas. Me dice en un inglés pingponero de ida y vuelta

- ¿Sólo lleva eso? no es suficiente para disfrutar de nuestro país
- Sobreviviré, dont worry
- ¿Profesión?
- Crupier

Le explicó con todo lujo de detalles tan bella profesión y se queda satisfecho (comprendí la expresión "engañar cómo a un chino"), me estampa el visado y las puertas de la milenaria China se me abren.

Estoy en el piso 16 del hotel, y me duele la cabeza. Ya me he bebido dos cervezas Tsing Tao y me siento culpable de mi desayuno de juergista que recala en casa al cierre de su club favorito.
No quiero leer la guía Fodors y abro el libro de supervivencia (frases corrientes español - chino)

Tráigame cerveza -> Qing Ni Na Pitsiu
España -> Tsi-pa-ya
Hao kan -> Hermoso

No sé si los adjetivos chinos tienen un sólo género o más. Lo probaré con la recepcionista, si la saludo con:

Nin hao, hao kan

¿Entenderá "Hola guapa"?
¿Entenderá "Hola soy hermoso"?

Un buen puñado de años después una hongkonesa, naturalizada madrileña y residente en el barrio de Chueca, se meó de risa cuando se lo conté.

Y pasaron muchas más cosas, en este viaje y en tres más por tierras chinas.