lunes, 17 de enero de 2011

Ciudades y Alucinaciones

Hay ciudades que te penetran despacio, que te van calando sin que lo percibas. Se ocultan con timidez quinceañera hasta que te lanzan un fogonazo que te aturde.
No es que te revelen su esencia; las ciudades no tienen esencia. Son sumideros que absorben vivencias y pensamientos de sus habitantes y visitantes.
Te trastocan la percepción llevándote de la mano donde se les antoja. Y cuando eso sucede empiezas a creer que cierto grado de esquizofrenia es aceptable, incluso saludable.
Por eso me vi cómo un replicante de Blade Runner a la salida de la estación central de Shangai. Llovizneaba y me cubrí la cabeza con la capucha del chubasquero y recorrí el Paseo del Bund con la cabeza gacha, mirando al suelo, ocultando mi aturdimiento y temor.
Fue más agradable sentirse una estrella del rock setentero en un cafetín de Marrakesh o un explorador suizo en Jordania.
Y de todas y cada una de esas sensaciones salieron y saldrán relatos. Algunos bien perfilados y otros que necesitan reposar. Se diluyen en vasos de té, tazas de café con cardamomo y copitas de aquavit.
Te asaltan en el puerto de Estocolmo y en la plaza del Riguistán y te crean adición. Cada nuevo viaje comienza en la sala de espera del aeropuerto con la sensación del Déjà Vu, no en vano somos hijos de nuestras lecturas, de nuestras películas en cines escondidos, de los relatos que oíamos a nuestros mayores, de las imágenes que bailaban en el fuego de la chimenea de un albergue ...

1 comentario:

Anónimo dijo...

una vida llena de aventuras y mas por venir...
todo empieza en los aeropuertos...
Manyi