lunes, 3 de enero de 2011

Aguadulce

El avión ha tomado tierra en el aeropuerto de Almería.
ManYi, a la salida, esquiva los taxis blancos, y sube al autobús. Son cuarenta y cinco minutos por la carretera de la costa hasta Aguadulce. Le apetece disfrutar del paisaje, quiere adormecerse en las curvas para prolongar e incrementar esa sensación que le anestesia el alma desde ayer.
A la izquierda de la carretera el mar, a la derecha una sucesión de cactus y cobertizos de plástico. Allí los tomates y jitomates crecen todo el año.
Oro rojo con toques de hierbabuena.
Ha dejado su mochila verde en la recepción del primer hotel a la entrada de Roquetas de Mar, en diez minutos andando llegará a Aguadulce.
Se ha descalzado y camina sobre las piedrecitas de la playa.
El único chiringuito playero abierto a estas horas de la mañana es "El Pirata". Alguien, que la lleva siempre en su mente, allí jugaba y perdía concienzudamente al póker con un francés cinéfilo de nombre Eric.
Bajo el cañizo se toma un "Lubumba" (cacao con unas gotas de coñac) y piensa en el motivo de este viaje.
No viene a buscar respuestas, le interesan las preguntas.
Son más reveladoras.
Las analizas y te descubren lo que te ocurre.
Y no ha venido a responder un SÍ o un NO. Viene a escuchar una pregunta, a digerirla, a plantar un jalón con ella.
El sol le calienta las pantorrillas, aspira perezosamente el humo de un cigarrillo que le sabe a salitre y limón mientras observa el vuelo de las gaviotas.
En la radio del chiringuito suena una canción de aires aflamencados con un piano poderoso en su sutileza. Pide otro Lubumba para emborracharse conscientemente, se lo sirven pero no llega a tocarlo.
Una silueta, a contraluz, se ha parado delante de ella. Adivina una sonrisa y no puede evitar la alegría.

Mira al frente mientras juguetea con el anillo del índice izquierdo.

La silueta musita ... "¿Tú también?" y la alegría la invade para no abandonarla jamás.

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