martes, 4 de octubre de 2011

Azul añil

Hoy me he puesto la camisa azul añil, la misma que siempre me hace invisible. La he abotonado hasta la asfixia, deliberadamente, sin sentir piedad de mi descarnado gaznate.
En la parada del autobús aparento concentrarme en la lectura de un libro que, como todos los últimos que he comprado, trata de los mecanismos de la traición; de la peor traición - la gratuita -
No quiero mirar al cielo, lo adivino surcado de estelas blancas; aviones que nos defienden sin habernos preguntado si queremos ser defendidos. Una compañera de trabajo pasa delante de mí y me saluda pronunciando mi nombre ¿habrán cambiado las convenciones sociales y han declarado fuera de la ley al hola y al buenos días?
Enciendo un cigarrillo y contemplo mi mano derecha, la del ritmo, con detenimiento. Desabrocho la pulsera que siempre llevo en ella y la paso a mi muñeca izquierda, la de la armonía, la que me tortura con tendinitis intermitente. Está mejor ahí, se la ve más holgada y flotante, ya no rozará el fresno del bajo al golpear las cuerdas cerca del puente.
Y la boca se me llena de sabores de azul lavanda, de la ciudad blanca donde las acacias se desesperezan al ritmo de All The Things You Are y el río Tajo me llena los bolsillos con susurros.

1 comentario:

Las Espirales de Brígida dijo...

Te ví perfectamente, pude sentirme sentada en el mismo bus.
Besos
S.

PD...las rayas en el cielo de los aviones militares....!!!
PD2. ...traías el ipod?